Dom. Oct 13th, 2024

Quién no recuerda aquel famoso vídeo: un oficinista se frustra ante la aparente inoperancia de su computadora y se lía a golpes con ella… Más de 30 millones de visitas dan fe de que gestionar un ordenador en ocasiones puede poner de los nervios a cualquiera. Una ventana emergente en plena reserva de una mesa en un restaurante o una transferencia bancaria puede dar al traste todo el proceso. Un conflicto que arruina la experiencia de usuario y puede llegar a ser desesperante. ¿Por qué debo validar las odiadas cookies cada vez que entro en una página web nueva? ¿Por qué debo resolver complicados puzzles con los captcha para demostrar que soy un humano?

Gestionar las interacciones con el mundo desde un ordenador puede resultar tremendamente frustrante, sobre todo en momentos de prisa o necesidad. Para evitar esas interrupciones que pueden trastocar todos los planes, recorremos los momentos más desesperantes frente a la pantalla con consejos para intentar esquivarlos, aunque no siempre es posible.

El acoso de las cookies

Se trata de una pesadilla demasiado común: acceder a una página web y una notificación ocupa la pantalla instándonos a aceptar las ya odiadas cookies. Esta interrupción, aunque reglamentada y necesaria por leyes de privacidad como el RGPD, altera el flujo de nuestra actividad y puede llegar a ser exasperante. Sin embargo, obviamos una parte necesaria de las mismas: “Mantienen la seguridad y con la privacidad de usuarios en el plano positivo”, defiende Fernando Suárez, presidente del Consejo General de Colegios en Ingeniería Informática.

Suárez se refiere a la causa que provocó la aparición de esta molesta interrupción. ¿Qué son exactamente? Un diminuto archivo de datos que se guarda en el navegador durante su visita a una página web. Este archivo facilita el seguimiento y la memorización de información sobre la actividad del usuario. Aunque las cookies contribuyen a optimizar la experiencia de navegación al adaptar contenidos y conservar sus preferencias, suscitan serias inquietudes en lo relativo a la privacidad. Esto se debe a que recogen información personal y patrones de comportamiento en la red, a menudo sin un consentimiento claro y explícito por parte del usuario.

“Los usuarios aceptan de forma prácticamente indiscriminada todas las condiciones de uso que se les impone”, alerta Suárez. Y es que ¿alguien lee realmente el condicionado de las cookies? Al final, se gestionan como una letra pequeña que se acepta para evitar la molestia del mensaje. “Creo que los usuarios buscamos mucho más la agilidad y rapidez que la seguridad”, concluye.

Existen extensiones de navegador especializadas en gestionar el consentimiento de cookies de manera automática y ahorrar el engorro de tener que aceptar (o rechazar) este molesto mensaje. Estas herramientas permiten al usuario disfrutar de una navegación más fluida y sin interrupciones, aunque no siempre son efectivas. Las más populares son: No me importan las cookies y Consent-O-Matic.

El laberinto de los captcha

Si las cookies son todo un desafío para la paciencia del internauta, los captcha elevan más si cabe este listón. La propia denominación proviene de las siglas en inglés de prueba pública de Turing completamente automatizada para diferenciar las computadoras de los humanos. Estas pruebas de verificación, pueden ser engorrosas y confusas. Su función, no obstante, es necesaria: son la única barrera que permite mantener a los bots a raya. ¿En qué consisten? Se trata de pruebas para cuya resolución es imprescindible, supuestamente, la intervención humana. Son los clásicos puzzles que se ven en pantalla que hay que resolver o mensajes del tipo “marca todas las casillas que contengan semáforos”. Cuando son pruebas de reconocimiento de imágenes o de distorsiones de texto, no siempre son claras y fáciles de superar, lo que lleva al usuario a perder tiempo en múltiples intentos.

“Son molestas, pero necesarias”, sentencia Suárez, “por lo tanto, como usuario, estoy a favor de este tipo de herramientas, pero sobre todo creo que deberíamos de incidir en la concienciación colectiva de su importancia, de su necesidad”. ¿Se pueden evitar? La mala noticia es que, en el ámbito del usuario, no queda otra que superar estas pruebas para lograr una navegación segura y que internet no se vea invadida de bots.

En cualquier caso, la biometría va ganando paso como una alternativa interesante: tecnologías de reconocimiento facial o huellas dactilares podrían reemplazar tanto las contraseñas como los captcha, agilizando el proceso de verificación.

La invasión de los pop-ups

Las ventanas emergentes que solicitan nuestra dirección de correo electrónico o que nos piden habilitar notificaciones rompen nuestra concentración y añaden pasos adicionales para acceder al contenido deseado. En ocasiones, su presencia es necesaria, pero en la mayoría de las ocasiones, se trata de alertas que, paradójicamente, buscan conocer la satisfacción del usuario. ¿Pueden reducirse? La buena noticia es que sí, y de una forma muy sencilla: navegadores como Chrome y Safari ofrecen funcionalidades de bloqueo de pop-ups.

En Chrome, esta opción se encuentra en Configuración > Privacidad y seguridad > Configuración de sitios > Ventanas emergentes y redireccionamientos, donde debes asegurarte de que esté configurado para bloquear los pop-ups. En Safari, se consigue en Preferencias > Sitios web > Ventanas emergentes y seleccionar la opción Bloquear.

El torbellino de las actualizaciones automáticas

Justo cuando estamos en medio de una tarea importante, el sistema decide instalar actualizaciones, lo que puede provocar que el ordenador se ralentice o incluso se reinicie. ¿Cómo evitarlo? El usuario puede programar las actualizaciones para que se realicen en horarios en los que el ordenador no se esté utilizando, es una forma de evitar interrupciones inoportunas. En cualquier caso, se puede configurar para que el sistema no se actualice solo sin permiso del usuario.

Para evitar actualizaciones automáticas en Windows, el usuario debe acceder a Configuración, luego a Actualización y Seguridad para pausar o modificar las actualizaciones. En macOS, el usuario puede deshabilitar las actualizaciones automáticas desde Preferencias del sistema/Actualización de software y desactivar la casilla Mantener el Mac actualizado.

Los vídeos que no terminan de cargar

Nada más irritante que un vídeo en YouTube que se pausa constantemente cuando la conexión es pobre y ver el reloj de carga dando vueltas. Casi peor todavía, que el sistema proponga como alternativa bajar la calidad de reproducción a unos insultantes 480p. Realmente, el sistema ofrece al usuario el caudal de datos del que disfruta en ese momento, pero, pese a ello, se puede intentar trampear a la plataforma para que siga ofreciendo el contenido en HD (al menos, en 720p).

¿Cómo? La solución más sencilla consiste en pasar por caja y abonarse al servicio premium de la plataforma, que permite precisamente descargar el contenido en el navegador y así evitar los problemas de conexión. Para quienes no quieran gastar, la solución de bajo coste consiste en pausar el vídeo y esperar que el buffering almacene el contenido y volver a pulsar sobre “reproducir”. Si el problema es temporal y debido a un pico de dispositivos conectados a la red, lo recomendable es desconectar estos equipos para dar prioridad al que está reproduciendo vídeos.

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