“El 13 de septiembre de 2001, dos días después de los atentados de Nueva York, se emitió el primer capítulo de una serie que nos iba a cambiar para siempre”. Hay finales que no pueden ser de otra forma. Si Cuéntame ha repasado los grandes hitos de la historia reciente española y siempre ha puesto la televisión en su centro, tenía que reflejar de alguna forma su propio nacimiento.
Cuéntame ha contado una España reciente que ya es lejana. Una en la que la televisión todavía ocupaba el lugar principal del salón, ese hacia el que se orientaban sofás y demás muebles. Los Alcántara que no han vivido los acontecimientos centrales de la historia reciente del país en primera persona, los han seguido por la televisión, el mismo electrodoméstico que les ha hecho inmortales.
Cuéntame ha sido la historia de cómo hemos cambiado. La serie, creada por Miguel Ángel Bernardeau, Patrick Buckley y Eduardo Ladrón de Guevara (quien, en una fatal casualidad, ha fallecido justo el mismo día en el que se emite el final de su creación), puso un espejo ante la sociedad española y la mostró con sus claroscuros mientras recorría el final del franquismo, la Transición y entraba en la modernidad tras 1992. Ese reconocimiento del espectador en la serie era para bien y para mal. Incluso hubo muchos a los que los prejuicios no les permitieron acercarse o que la despreciaron sin más.
Era inevitable sentir un poco de rechazo por ese Antonio Alcántara machista, un punto tirano y bastante ególatra que fue aprendiendo con los golpes de la vida y de quienes le rodeaban. También había que quererlo sin remedio sin saber muy bien por qué, igual que se quiere a un familiar al que perdonas todos sus defectos. Recorrer de la mano de Mercedes el enorme camino que ha transitado la mujer en el último medio siglo ha sido uno de los grandes regalos de la serie y toda una lección de vida. La sabiduría de Herminia, la rebeldía de Inés, el arrojo y la inconsciencia de Toni, la juventud de María. Y la vida de Carlos Alcántara ante nuestros ojos.
Aunque el último capítulo comienza con la incertidumbre de Antonio, Merche y Herminia sobre si Carlos y Karina irían en los aviones del 11-S, los espectadores saben que es imposible que sea así. Ningún guionista sería tan cruel. Y de todas formas, el escalofrío de recordar aquellos momentos de desconcierto e incredulidad, esa sensación de estar viendo en la televisión algo que cambiaría la historia, se transmite al otro lado de la pantalla.
El episodio final de Cuéntame acentúa el carácter emocional que ha dominado en la temporada de despedida. El regreso de Carlos es el centro de un episodio que tiene en la muerte de Herminia su detonante, una muerte que paraliza el mundo de los Alcántara y les hace enfrentarse a lo que de verdad importa. Las largas y pausadas conversaciones son la prueba de que en la serie ya no hay prisa por contar. Ya solo queda la despedida. Los personajes llegan a 2001 cargados de cicatrices, con las heridas invisibles de la distancia, los malentendidos, las frustraciones. Los rasguños de la vida.
El regreso de Carlos y Karina encaja bien en la trama. Se intuye que al heredero no le ha ido tan bien como él esperaba cuando se fue a Nueva York, porque así es la vida, las cosas no siempre salen como uno desearía. Pero sí consigue, con Karina, romper el muro que separa a los hermanos. La voz de Elena Rivera lo dice con la canción que cantó Rocío Dúrcal: “Cómo han pasado los años, qué mundo tan diferente”. Y así, la familia se mantiene por encima de todo. Lo importante, en el centro.
Cuéntame se despide notando el paso del tiempo sobre ella. El desgaste tras 22 años es inevitable, y la serie ha tenido lógicos altibajos. Aun así, ha sido mucho más osada que la gran mayoría de las producciones españolas auspiciadas por las plataformas y se ha metido en más charcos que la gran mayoría de las series con las que ha compartido recorrido y origen. El mundo en el que nació no es el mismo del actual, tampoco la televisión. La sociedad que ha narrado Cuéntame ha cambiado. Pero nadie le puede negar el mérito de haberse convertido en parte de la memoria emocional de España. Pocas obras audiovisuales han contado la España reciente tan bien como ella.
Era una broma recurrente qué pasaría si Cuéntame llegaba a alcanzarnos o a superar el presente. Ocurrió: en uno de esos triple saltos mortales que solo podía permitirse esta serie, mostró a sus personajes en el aciago 2020 de la pandemia de covid. Pero en su tiempo natural, Cuéntame ha terminado por alcanzar a la propia Cuéntame. Si Carlos, Josete y Luis, reunidos en San Genaro en los últimos segundos del episodio, hubieran girado la cabeza hacia los televisores de un escaparate, habrían visto nacer la serie en la que han crecido.
“La de cosas que hemos pasado aquí juntos”, dice Carlos Alcántara a sus amigos. “Algún día tendrías que escribirlo”, responde Luis, un Manu Dios que en estas últimas temporadas ha compaginado su papel en la serie con su función de guionista. “¿Eso a quién le va a importar?”, replica Carlos. A las decenas de miles de personas que este miércoles hemos sentido el corazón un poquito roto al apagar la televisión. Ahí dentro, del corazón y de la tele, se quedan, para siempre, los Alcántara.
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