Eslovaquia ha elegido un presidente que cimenta el poder del populista prorruso Robert Fico. El candidato del Gobierno y aliado de primer ministro, Peter Pellegrini, ha logrado el 53,12% de los votos en la segunda vuelta celebrada este sábado frente al 46,87% del diplomático independiente y europeísta Ivan Korcok, según los resultados preliminares con el 100% escrutado. Después de una sorprendente victoria en la primera vuelta, Korcok y sus seguidores albergaban la esperanza de lograr la Jefatura de Estado para servir de contrapeso al poder Ejecutivo. No lo lograron. El éxito de Pellegrini es un triunfo para Fico, que obtiene el apoyo de una institución clave para continuar con el proceso de reformas que ha emprendido, que recuerdan a la Hungría de Viktor Orbán.
Los titulares este domingo de la prensa independiente en Eslovaquia —uno de los objetivos de los ataques de Fico—, dan muestra del ambiente sombrío en el que se han sumido las esperanzas de quienes se oponen al Gobierno. “Fico también ha secuestrado el palacio presidencial”, escribe la directora de Sme. “Fico quiere ser el presidente de la venganza. Defendámonos”, publica Denník N, que cree que Pellegrini no será más que un títere del primer ministro.
Pasada la media noche, cuando los resultados ya mostraban la firme victoria de Pellegrini, este aseguró que la coalición gubernamental, de la que forma parte, se mantendrá estable. “No seré un admirador acrítico del Gobierno”, dijo en unas declaraciones poco creíbles para la oposición, con Fico celebrando a su lado. El ganador de la noche reiteró además su apoyo a la postura del Gobierno sobre Ucrania. Bratislava ha retirado el apoyo militar a Kiev, aunque no interfiere en los contratos de la industria de defensa.
Pellegrini, de 48 años, fue un fiel escudero de Fico durante dos décadas en Smer, el partido que se define como socialdemócrata, pero que mantiene discursos antiliberales, homófobos, misóginos y xenófobos. Cuando en 2018 el entonces también primer ministro se vio forzado a dimitir en medio de la convulsión social generada por el asesinato del periodista Jan Kuciak y su pareja, Martina Kusnirova, Pellegrini le sustituyó en el cargo. Dos años después, tras perder las elecciones legislativas, rompió con Smer y fundó Hlas (Voz), con quien quedó tercero en las elecciones del pasado 30 de septiembre.
Frente a los desbarres de Fico, Pellegrini cultivó una imagen de moderación e independencia en aquella campaña que se vino abajo cuando los hechos demostraron su firme lealtad al primer ministro. Pese a que no mantienen una buena relación personal, Pellegrini se integró sin mayor dificultad en el Gobierno de coalición encabezado por Fico y completado por los ultranacionalistas de extrema derecha del Partido Nacional Eslovaco (SNS). Desde la presidencia del Parlamento, el presidente electo ha apoyado y facilitado todas las medidas impulsadas por el Ejecutivo, que han activado las alarmas en Bruselas.
En la campaña electoral, Pellegrini ha empleado el mismo enfoque que le funcionó a Orbán en Hungría: mostrar a su rival como un beligerante que quiere arrastrar al país a la guerra en Ucrania frente a Rusia, en contraposición con su supuesta apuesta por la paz, que Korcok describió como una capitulación ante Moscú. Para atraer a los votantes de extrema derecha, el líder de Hlas hizo una defensa a ultranza de la soberanía nacional, aunque tuvo que matizar que esta no implicaba una salida de la OTAN o la UE.
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Sin contrapeso
La victoria de Pellegrini deja tocada a una parte del país, la que se concentra en las ciudades con un mayor nivel de estudios y económico. El joven Filip Bajtos, del think tank Instituto de Política de Bratislava, resume el sentir de quienes han salido a protestar contra el Ejecutivo casi semanalmente y se han volcado en el apoyo al exministro de Exteriores Korcok. Con el control de la presidencia, dice, “pueden destruir el Estado. No habrá nadie influyente o con algo de poder que les frene”. La participación este sábado alcanzó el 61,14%, la segunda más alta desde 1999.
En su poco más de cinco meses al frente del Gobierno, Fico ha centrado sus esfuerzos en hacer una purga en la justicia, la policía y los servicios secretos. Con decenas de personas ligadas a Smer condenadas por corrupción y otros crímenes y miles a la espera de juicio, el Ejecutivo ha emprendido una reforma exprés del código penal que reduce las penas y adelanta los plazos de prescripción. El primer ministro populista, que fue acusado en 2022 de delitos relacionados con el crimen organizado y el abuso del poder, ha cerrado también la oficina del Fiscal especial, que investigaba delitos graves.
Advertencia de Bruselas
Los poderes del presidente son limitados, pero puede frenar leyes enviándolas de vuelta al Parlamento o mandándolas al Constitucional, como ha hecho la presidenta ecologista y progresista Zuzana Caputová —que traspasará el poder a Pellegrini en junio— con la reforma del código penal. El jefe del Estado aprueba también las propuestas para el nombramiento de ministros, jefes de los servicios secretos, y los presidentes del Constitucional y el Supremo. También tiene la capacidad de conceder indultos.
Bruselas ha advertido al Gobierno de que si continúa en esta senda puede iniciar procedimientos que lleven a la suspensión de fondos europeos, como en Hungría. Fico, como Orbán, ha emprendido también una campaña contra los medios de comunicación independientes, a la vez que planea una reforma de la radiotelevisión pública para convertirla en una plataforma estatal al servicio del Gobierno. En la estela del Kremlin que tanto ha inspirado a Hungría, también tiene en el punto de mira a la sociedad civil, señalando a las ONG como “agentes extranjeros”.
Con la guerra de Ucrania en un momento de estancamiento crítico, preocupa también la política exterior eslovaca, abiertamente opuesta a Kiev y favorable a Moscú. El jueves pasado, Fico conmemoró el 79º aniversario de la liberación de Bratislava por el Ejército Rojo, junto a los embajadores de Rusia, Bielorrusia, Kazajistán y Azerbaiyán. El primer ministro acusó como de costumbre a Occidente de no querer la paz en Ucrania. En el segundo aniversario del comienzo de la invasión rusa el pasado febrero, el jefe del Gobierno volvió a culpar del conflicto a “los neonazis de Ucrania” y acusó a Occidente de mirar a otro lado mientras “mueren eslavos”.
Peter Spác, politólogo eslovaco en la universidad checa de Masaryk, observa desde fuera cómo su país se está labrando “una mala reputación entre aliados tradicionales como Polonia o República Checa, por la postura del Gobierno en la guerra en Ucrania”. “Eslovaquia está siendo relegada a la periferia”, lamenta. El Ejecutivo checo, tradicional amigo del eslovaco, ya no se fía de su vecino. Praga ha suspendido las consultas intergubernamentales con Bratislava de forma indefinida y el primer ministro checo, Petr Fiala, tildó esta semana de “amenaza a la seguridad de Europa” una política exterior que incluye reuniones como la que el ministro de Exteriores eslovaco, Juraj Blanár, mantuvo recientemente en Turquía con su homólogo ruso, Serguéi Lavrov. Viktor Orbán ha felicitado a Pellegrini este domingo en la red social X: “Una gran victoria para los defensores de la paz en toda Europa”, ha dicho el dirigente más cercano a Rusia de la UE.
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