Los portugueses ha vuelto este domingo a las urnas, apenas dos años después de haber concedido una mayoría absoluta histórica al Partido Socialista. En 2022, nadie había intuido aquel resultado que ascendió a su líder, António Costa, al reino de los cielos del partido que fundó Mário Soares en 1973. Pero Portugal es un país de sorpresas. Ni las encuestas auguraron aquella victoria histórica ni, por supuesto, nadie barruntó que a mitad de mandato dimitiría el primer ministro, enredado en una investigación judicial de proyectos empresariales que salpicaron a colaboradores tan cercanos como su jefe de gabinete, Vitor Escária. El presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, consideró que semejante crisis política solo podría zanjarse con unas elecciones anticipadas. Y en ello están hoy, de momento con una gran participación. A media tarde, el 51,96% de los electores había acudido a las urnas, el porcentaje más alto desde las legislativas de 2015.
El centroderecha acaricia el regreso al poder tras ocho años de oposición, si se confirman los vaticinios de las encuestas. Luís Montenegro, el líder del Partido Social Demócrata (PSD, centroderecha) por el que nadie daba un euro, empezando por los pesos pesados de su formación, ha llegado al final de la campaña mejor colocado en los sondeos que su rival, el exministro socialista Pedro Nuno Santos. Un 27% en intención directa de voto para Montenegro frente al 22% de su adversario, según la última encuesta publicada el viernes por el diario Público. No obstante, con un porcentaje de indecisos todavía elevado (16%) entre los 10,8 millones de electores, el margen para lo inesperado existe.
Montenegro se presenta al frente de una coalición electoral, la Alianza Democrática (AD), que recupera un invento de los primeros años de la democracia portuguesa. En aquella ocasión, Francisco Sá Carneiro se convirtió en el primer político de centroderecha que llegaba al poder tras la Revolución de los Claveles, ocurrida hace medio siglo, al frente de una plataforma electoral que incluía también al Centro Democrático Social-Partido Popular (CDS-PP, derecha conservadora) y el Partido Popular Monárquico. Montenegro ha decidido repetirla más de cuatro décadas después, a pesar de que ninguno de sus socios tiene fuerza en la política actual y ambos carecen de representación en la Asamblea de la República, la única Cámara del sistema parlamentario portugués. Más que sumar fuerzas reales, el líder del PSD quería trasladar un mensaje de unidad de la derecha y de integración ideológica. En sus listas también figuran algunos independientes y, en campaña, ha recibido el apoyo del alcalde de Oporto, el independiente Rui Moreira.
A favor de Montenegro juegan el cansancio tras ocho años de gobierno socialista y la acumulación de errores del Gabinete de António Costa durante los dos años de mayoría absoluta. A la contra ha tenido fuego amigo. Algunas de las mayores polémicas de la campaña fueron suscitadas por apoyos de Montenegro, como el ex primer ministro Pedro Passos Coelho, que relacionó inmigración e inseguridad, en línea con el discurso de Chega, el partido de ultraderecha, o un candidato que defendió convocar un nuevo referendo sobre el aborto. Portugal despenalizó la interrupción voluntaria durante las primeras 10 semanas del embarazo en 2007. El candidato del PSD ha mostrado un perfil más moderado, ha prometido no remover el asunto del aborto y se ha dirigido al centro político donde flotan los indecisos. Incluso cuando fue atacado por activistas contra la emergencia climática, que le embadurnaron con tinta verde, mantuvo la compostura y la sonrisa. Su principal exceso respecto a su adversario socialista ha consistido en poner en duda su equilibrio psicológico.
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A Pedro Nuno Santos le tocó liderar el proyecto socialista en horas bajas. En diciembre fue elegido líder en primarias internas bajo la conmoción de la dimisión inesperada de António Costa y, en tres meses, ha tenido que armar una candidatura y un proyecto paradójico: reivindicar el legado de Costa, que sigue gozando de gran popularidad en Portugal, al tiempo que reconocía los errores cometidos. En los últimos días se ha centrado en amarrar el voto de los pensionistas, gran caladero socialista, y las mujeres, recordando los derechos que conquistaron con su partido. También tuvo su momento difícil, cuando una asistente a un acto electoral trató de colocarle una biblia en la cabeza. Pedro Nuno Santos lo encajó bien y le ofreció hablar al finalizar el discurso.
Junto a la incertidumbre sobre el ganador se plantea otra incógnita sobre la gobernabilidad. Montenegro se ha trazado a sí mismo dos líneas rojas: solo gobernará si es el más votado y no admitirá a Chega en su Ejecutivo. En la práctica, supone un cordón sanitario que impediría la llegada al poder de la extrema derecha, que consolidará su espacio electoral como tercera fuerza según los sondeos. Montenegro ha anunciado que está dispuesto a pactar con Iniciativa Liberal (IL), un partido con un programa económico ultraliberal sin los exabruptos de Chega.
Su viabilidad dependerá de que juntos sumen más que el bloque de la izquierda, donde hay tres partidos minoritarios dispuestos a negociar con el PS. Pedro Nuno Santos, además, fue uno de los muñidores de la alianza de la izquierda que permitió la llegada al poder de António Costa con una moción de censura en 2015, apoyada por el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista Portugués.
André Ventura, el antiguo militante del PSD que fundó Chega en 2019, acude a las urnas con buenas perspectivas. En apenas cinco años se consolidó como tercera fuerza en la Asamblea de la República y la previsión es que ensanche su grupo parlamentario. Algunas encuestas le dan el triple de diputados (tenía 12 en esta legislatura), aunque en la última semana de campaña comenzó a disminuir el respaldo. Siguiendo el manual de los populismos de derechas, Ventura ha cuestionado la limpieza de las elecciones y ha dirigido insultos a todos sus rivales, incluido Luís Montenegro, con el que quiere pactar y al que llamó “tonto útil”.
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